Grupo
teatral presenta obra sobre la cultura 'afro' en el Perú
Última
función Bajo la luna
Por
Sharún Gonzales
Foto: olodumafroperu.com
Con la luz se fue el
bullicio que antecede el inicio de algo importante. Solo podíamos
ver una luna grande, blanca y redonda, rodeada de algunas nubes.
Cuando la luz vuelve a encenderse a medias podemos ver a un grupo de
chicos tirados en el piso pero de forma ordenada. Se trata de Olodum
el colectivo de teatro afroperuano que ha dedicado sus energías de
los últimos meses a la obra “Bajo la luna”. Estrenada el 5 de
octubre
, se presentó doce días en la casa Yuyachkani en Magdalena. Este
grupo de actores, bailarines y músicos es dirigido por Oscar
Villanueva, ex-integrante del Teatro del Milenio y del grupo Perú
Negro. Entre el elenco se encuentran Rosario 'Charo' Goyoneche, Percy
Chinchilla, Petronila 'Peta' Izquierdo , Roberto Castillo y Carolina
Carbajal. El domingo 28 de octubre fue su última función.
Llegamos
temprano. Para ser exactos, una hora antes de que empezara la función
programada a las ocho de la noche. Había muy poca gente tan puntual
como nosotros. Un letrero grande en la entrada nos invita a pasar:
“Bajo la luna, un espectáculo inédito de danza y teatro
afroperuano para toda la familia”. El afiche forma un barco con
una quijada de burro, una cajita, un cajón y un hombre
afrodescendiente en la popa. Al parecer el mensaje es contundente
desde el principio.
Las
personas van llegando y los boletos se acaban al mismo ritmo, hasta
que la puerta del teatro se abre para que los asistentes que con
muchas expectativas comienzan a ubicar sus asientos. Busco el asiento
“G-14” desde donde se ve muy bien para suerte mía. Las luces se
apagan y con la luz se fue el bullicio.
Un
largo silencio dejó sentir la espera ansiosa de los espectadores. Es
una noche de luna llena en el escenario y la media luz permite ver un
manto pequeño en el suelo con semillas sobre él. Una mujer aparece,
se acerca al manto para recoger un montoncito de pallares que luego
volvería a lanzar al suelo. Se sorprende como si esa acción la
hubiese llevado a descubrir una mala noticia.
Esta
es la primera escena de la introducción a la obra. La idea es
representar el proceso de traslado de esclavos desde África hasta el
Perú hace más de 500 años. Ése es el eje principal de la
historia que Olodum se dispone a contar: cómo han sido estos años
para los descendientes de africanos esclavizados nacidos en este lado
de América del Sur.
Foto: olodumafroperu.com
El
hilo conductor de la historia no se hizo esperar más. Un anciano
afroperuano, caracterizado por Oscar Villanueva, camina solo, errante
bajo la luna. Da la sensación de ancestralidad, conocimiento e
historia que avanza sin horizonte fijo. La mujer del comienzo y él
estarán siempre presentes, de modo que evocan elementos fuertes
dentro de la historia. La madre África y el abuelo liberto, quizás.
“La
llegada” es graficada por los cuerpos de las personas que vemos en
el escenario cuando el anciano se desvanece en la oscuridad de la
noche. Se mueven como si estuviesen viajando en un barco. Un barco
negrero. Movimientos fuertes, severos, transmiten una situación
dura: la esclavitud. Al mismo tiempo, dejan ver miedo y resistencia
con la fuerza que los llevará a revolucionar, desde abajo, toda una
forma de concebir el mundo.
Foto: olodumafroperu.com
“Soy
África, soy Perú”, dice Percy Chinchilla, al ritmo de un checo.
El pulso de este instrumento es lo único que se oye en la sala
rectangular. Las personas distribuidas en gradas frente al escenario
atienden cada palabra. “Soy checo, soy cajón, soy festejo, soy
landó” continúa, saltando y bailando en su sitio. No cabe duda
que la afirmación más imponente está por llegar: “Soy Afro –
peruano”.
El
señor de los milagros aparece imponente para describir los ritos
religiosos de los afroperuanos. La procesión es precedida por una
antigua y divertida tradición. En círculo alrededor de un
recipiente de chicha, los devotos del Cristo de las Maravillas
cantan: “Levántamelo María, levántamelo José, si tu no me lo
levantas yo te lo levantaré”. Todos reímos porque poco a poco la
fiesta se emborracha.
La
fiesta acaba y el anciano carga una cerca al centro del escenario.
“Mis animales siempre se escapan”, nos da la queja. Y quejándose
se va a hacer otras cosas, camina despacio. Una gallina negra de
vestido morado reemplaza a una de las famosas “Lavanderas”
creadas por Victoria Santa Cruz el siglo pasado. En esta versión, en
lugar de un cura, hay un burro, y los vecinos del callejón son
animales de la granja.
“Karacundé,
Karacundé, Karacundé” empiezan a corear la gallina, la vaca y el
chancho. Un nuevo personaje aparece, una niña con lazo grande sobre
su cabeza que juega con un toro ignorando la advertencia que hace la
voz de 'Charo' Goyoneche: “Muchachita salte de ahí que el toro te
va a matar”.
Esta
obra de teatro se esfuerza mucho por innovar lo que ya todos
conocemos. “Me gritaron negra” en la voz de Carolina Carbajal,
rejuvenece con un ritmo más contemporáneo. El son de los diablos no
tiene a las típicas máscaras de la comparsa, pero sí un muñecón
de diablo mayor escoltado por un escuadrón de quijadas de burro
fosforescentes. Algo que, definitivamente, no esperábamos.
Es
interesante que estas dos horas sean un viaje en el tiempo pero no
uno tradicional. Cada una de las escenas se entrelaza, obviando la
cronología exacta, para reconstruir la historia de los afroperuanos.
No necesariamente el Señor de los Milagros apareció antes que los
pregones y el levantamiento cimarrón de los esclavizados no fue
tanto tiempo después de la esclavitud pero son elementos que forman
parte de esa historia poco contada.
¡Aplausos!,
grita una niña de seis años desde su asiento, y todos empiezan a
aplaudir. La obra llega a su fin con “La danza de los tambores”.
Todo el elenco vuelve al escenario para transmitirnos su alegría. El
director nos invita a bailar al escenario, los más entusiastas y
avezados se atreven a bajar corriendo las gradas. Es la emoción,
están contentos por lo que acaban de ver.
Bajo
la luna llegó a su fin y pienso, sin duda, que la vida es bonita y
es bonita. Así lo dice la potente voz de Charo Goyoneche que nos
despide.
“Resignificar el Hip
Hop como herramienta de reivindicación y cambio, desligarlo de la delicuencia”
Por Sharún Gonzales
Existen géneros musicales como el Hip Hop sancionados socialmente.
Entrevistamos a una de las actuales representantes del Hip Hop peruano respecto
a este género y su influencia en la identidad de los jóvenes. Carolina Carbajal
Navarro (26), conocida artísticamente como Karolinativa, cuenta su experiencia
como cantante de Hip Hop peruana y el uso de la música como una herramienta de
cambio para las nuevas generaciones.
Foto: Ana Lucía Mosquera Rosado
LaSecretaría Nacional de Juventudes la premió en marzo de este año en
el marco de celebraciones por el “Día de Internacional de la Mujer”, debido a
su aporte como artista y activista. Carolina Carbajal o, como la anuncian en
los conciertos, Karolinativa es una joven afroperuana de 26 años que se dedica
a la música underground. El viernes lanzará su primer videoclip. El resto del tiempo estudia Derecho porque
cree en una lucha por la igualdad de Derechos Humanos. Cree en la música como
una manera de resistencia cultural y de construcción de identidad, sobre todo
en el caso de los afrodescendientes. Nicomedes Santa Cruz es su referente y
busca transmitir con la misma fuerza sus ideas. “No venderle música basura a las masas,
es la idea”, afirma.
Foto: Ana Lucía Mosquera Rosado
¿Cómo comenzaste en la movida hip hopera?
Comencé hace más
o menos diez años porque mi hermano ya hacia hip hop y nuestros amigos en común
también. En la movida peruana la gente ya hacía hip hop. Había en Los Olivos la
Federación Norte y era el único punto en el que la Municipalidad nos daba espacio,
equipos y demás para poder hacer música. Luego conocí al que ahora es mi productor
musical, No Módico, quién también me presentó a la primera crew de la que fui
parte, Ocho Octavos Crew. Trabajé con ellos dos discos, viajamos juntos al
interior del país, conocimos la perspectiva de la gente en provincias y avanzamos mucho, éramos bien chibolos en ese
tiempo. Decidimos no seguir juntos. Poco
tiempo después, No Módico me alentó a hacer un disco sola. Entonces,
recuerdo que conocí a “Chayo” Chévez que era de Los Breddas y empecé a hacer los coros de su grupo. Inicié
la grabación de mi disco hace tres años. Seguía chambeando cosas en paralelo,
hasta que lancé mi disco. Antes de lanzarlo conocí a Torita, a Blue y a Sofía,
con quienes conformo mi actual crew, HDU CREW. Es una crew de mujeres, y es
donde mejor me siento.
¿Qué otros géneros cantas además de hiphop?
Yo tengo muy unidos el hip hop y el reggae, porque
pienso que el reggae es como el género madre, es mucho más antiguo que el rap.
Me afana también mucho la música afroperuana, porque es algo que me sale
natural, es algo que siempre he tenido en casa, con mis tíos y abuelos. Por
eso, cuando tuve que decidir cuál sería la intro de mi disco opté por el pregón
de la misturera. Siempre están los ritmos afro como el jazz, el blues, el soul,
el rap, el reggae, la música afroperuana.
¿Quiénes son tus referentes musicales?
Todo el que me conoce sabe que muero por Lauryn
Hill, es mi mayor referente. Pero Lauryn antes de cantar sola era Fugees,
entonces primero escuché a los Fugees en cassette. Lo hubiese escuchado
completo de no ser porque mi prima grabó el Titanic a mitad de cinta ja,ja,ja.
Años después conseguí el CD, me lo regalaron por mis quince años. Me
parece que Diana Ross es una trome, Nicomedes Santa Cruz en la música
afroperuana. Últimamente estoy escuchando mucha música africana.: Ayo,
Nneka, Asa, son gente que digo WOW, ¡qué bravos!
Foto: Sergio Pacussich
¿Por qué cantas? ¿Qué te motiva a cantar?
Para mí la música es una cosa natural que solo
fluye. Me expreso, es un lugar para decir las cosas que pienso y me parecen
importantes y que no muchas personas dicen pero es importante decirlas. El hip
hop, que es música moderna, si suena chévere y a la vez tiene un contenido
consecuente es bacán porque los chicos no reciben tonteras, sino cosas que los
hacen pensar, analizar. No venderle música basura a las masas, es la idea.
Cuando dices que te gusta tratar el tema de
identidad, sería interesante saber cómo te identificas tú.
En realidad, yo me identifico como mujer
afroperuana: africana y peruana. Pero esa identidad no ha sido de hoy, el hip
hop, el rap y el reggae estuvieron en ese proceso de aceptarme como tal, y aceptar
lo que naturalmente es mío. Lo que es mi identidad ahora ha sido un proceso que
continúa porque como toda joven me he
atenido a un montón de patrones innecesarios, absurdos y occidentales. Patrones
que no me hacían sentir yo. Yo me miraba al espejo y decía “Si yo no soy lacia,
¿Por qué tengo que serlo?”. Me hacían luchar contra mí misma. Yo sé que mi
primer tema no sonaba igual a los que tengo ahora ni van a sonar igual de acá a
diez años porque voy creciendo en el proceso.
¿Quiénes crees que te han influenciado en esta
construcción de la identidad?
Ha tenido mucho que ver, también mi auto
aprendizaje. El que tu tengas inquietudes, el que te hagas preguntas que a
veces piensas que no tienen respuestas hace que indagues. Desde pequeña mis
papás me han enseñado lo bella que soy con mi melenaza y mis rasgos, siempre me
han hecho sentir la más todo. Pero conforme vas creciendo los factores amigos,
sociedad pueden hacerte ver las cosas de otra manera. La música me ha ayudado muchísimo
a acercarme más a África a través de Rastafari mi relación con África se hizo más
clara. Yo siempre tuve mi identidad como mujer negra clara, pero nunca me sentí
tan ligada a África como ahora. Lo que he conocido me ha hecho sentir mucho más
africana. Conocer mucha gente afro, además de mi familia, con la que
podía sentarme a conversar sobre las inquietudes que tenía como mujer afro
joven.
¿Te sientes más ligada a África que al Perú?
No, nosotros somos afro descendientes pero la visión
de un camerunés es diferente a la de un afroperuano, igual con un afro uruguayo.
Yo nunca me sentí tan ligada a África como ahora pero también sé que soy
peruana, soy afroperuana. Saber de dónde vengo para saber a dónde voy. Vivo en
Perú, nací aquí, pero no olvido mis raíces africanas. Es eso.
¿Piensas que dar música con contenido, como tratar
la identidad en tus letras, ayude a los jóvenes en la construcción de su
identidad?
Claro que sí. Pienso que si me hubiese llegado
música antes con contenido acerca de mi identidad como afroperuana hubiese sido
excelente. La idea es aportar para las generaciones siguientes. Tal vez no
podamos cambiar esta generación, pero espero que mis hijos y mis nietos vean el
cambio que la música reivindicadora pudo lograr. Se puede hacer música chévere
para que los chicos se sientan más orgullosos de ser negros, por ejemplo. No
solo es un tema de etnia sino también el vínculo entre hip hop y maleantes.
Queremos resignificar el hip hop como herramienta de reivindicación y cambio.
Por eso hemos participado de varias campañas y marchas como la Marcha del Agua
para demostrar que el hip hop no está ligado a la delincuencia.
¿Crees que la música sea una forma de resistencia
cultural para los afrodescendientes?
A través de los años ha tenido un rol. El rap no
sería rap si no hubiese blues en Estados Unidos. El blues, parece raro, pero es
música de lamento de afro esclavizados. Es raro, pero un hecho tan trágico nos
trajo algo tan bonito como los blues. Así, creo que en la historia la música ha
sido un modo de resistir. Quién no se sienta y escucha jazz sin quedarse
anonadado. El rap en sus inicios ha sido utilizado como música que sirve para
expresarse, bien contestatario. En esta época que vivimos cosas tan
desagradables respecto a los derechos humanos por ejemplo, el rap sirve para
decir en contra de qué estamos.
En el caso de los afroperuanos, ¿cómo crees que ha
sido esta resistencia cultural?¿Algún ícono?
En la música afroperuana hay muy poco referente
afro de música resistente. Para mí, el mejor fue Nicomedes Santa Cruz. Fue el
único que se atrevió a hacer algo más que música. Hizo revolución, porque nunca
fue a la universidad, fue empírico y aún así hizo todo lo que hizo. Eso es
lucha y resistencia.
¿Qué intentas transmitir con tus letras?
Puede sonar un poco egoísta, pero yo escribo lo que
pienso y digo lo que pienso, mis inquietudes. Quizá a todo el mundo no le va a
gustar mi música. Digo lo que soy, lo que me disgusta, pero quiero crear
conciencia. Creo en la música consciente, música con contenido. Yo creo que
para hacer cambio debemos dar música con contenido, no darle tonterías a la
gente. Así creamos jóvenes conscientes, activos, proactivos. Lo primero que
escuchas cuando subes a un micro ¿qué es? Música. Estoy segura de que si escucháramos
menos Wachiturros y más música con contenido el chip consciente estaría ahí y habría
menos delincuencia, menos violencia.
Me dices que tú usas el hip hop como una
herramienta de cambio para generar conciencia. En ese sentido, ¿tú te
consideras una activista social?
Está difícil contestar eso. Fue irónico pero
la SENAJU me premió como música activista y yo me pregunte por qué, si yo nunca
me había considerado así. De repente en mi trabajo con Casa Pocofloro sentí que
lo hiciera. Ahora sé que eso se encasilla en una palabra ACTIVISMO, pero nunca
sentí que estuviese siendo activista. Hacia lo que sentía que tenía que hacer.
Yo creo que fue por la música.
Cuando la SENAJU te dijo activista, ¿en qué luchas
crees que te ubicaron?
Yo estoy en contra del proyecto Conga, estoy en
contra del racismo en general. Somos una sola raza y no somos diferentes.
También me interesa luchar por los Derechos humanos. Pero creo que soy
activista por los Afroperuanos porque es con quienes me identifico, y escribo
sobre eso. Cuando leo algo relacionado a eso siento que crezco en mi lucha.
¿Crees que hay racismo en el Perú?
Lo tengo que decir: ¡Claro que sí hay, y un montón!
¿Qué te hace llegar a esa conclusión?
Yo nunca me he sentido discriminada por ser negra.
Me acuerdo cuando era chiquita tenía un compañero negro en el colegio que me
molestaba por ser negra, hasta que su mamá le llamó la atención. Más tarde, en
el colegio mi chapa era “flaca”, no me veían con otro color de piel. Flaca para
arriba, flaca para abajo. Pero ya en la calle he tenido uno que otro problema.
Por ejemplo, un día en el micro, una señora mayor empezó a hablar de mí como
una negra tal por cual. Sé que es casi imposible cambiar la mentalidad de esa
señora que ha sido criada de esa manera. Sin embargo, creo que si podemos
cambiar las generaciones futuras.
Además del premio, este año también lanzaste tu
disco.
Si lancé mi disco luego de 4 años de producción.
Tiene 18 canciones y he prometido nunca más hacer un disco con tantas canciones.
Fue un trabajo bastante chévere, duró bastante tiempo pero salió como yo quería.
Tenía matices afro, rap, reggae. Conté con la colaboración de varios músicos
amigos, sobre todo de No Módico que hizo la producción musical, Renzo Valdez que
hizo el diseño y Sthefany Bejarano quién estuvo trabajando todo conmigo esos 4
años. Fue mi primer disco, mi primer bebito y ahora estoy trabajando el
siguiente.
No solo cantas, también estudias derecho ¿por qué?
Yo creo que van de la mano. Estudio derecho porque
quiero especializarme en Derechos Humanos. Pienso que este tema está muy ligado
a la música que hago, me da las armas para reivindicar más con la música. La
música moderna permite transmitir mucho a los jóvenes. Me gusta el derecho, me
gusta tener los medios para poder ayudar.
Foto: Sergio Pacussich
¿Quiénes son tus referentes en la lucha social?¿Cómo
quién te ves luchando?
De hecho la chamba de Martin Luther King es mi referente
principal. La necedad y el trabajo de Marcus Garvey también me parecen
valiosos. En realidad, cada uno hace su lucha diaria. El trabajo de María Elena
Moyano es loable. La lucha de mi abuela para criar quince hijos también es un
referente, pero mucho más cercano. Me gusta el activismo de Miriam Makeba, el
ultimo concierto que dio fue en contra de la violación de los derechos humanos.
Entonces, algo de eso es lo que motiva mi lucha.
¿Qué proyectos musicales tienes?
Estoy trabajando un disco como HDU. También estoy
trabajando mi próximo disco. Hace poco he terminado de hacer el video de
la canción Tú me das amor que es un poco más reggae. Voy a lanzarlo el viernes
en Miraflores. Espero viajar y seguir tocando como lo he venido haciendo.
¿Quiénes te apoyan?
Yo toda la vida he tenido el apoyo de mis padres.
Mi papá es el más hincha, cuando vio el video le encantó. Mi hermano hace rap,
el menor no tanto pero también está en la onda. Cuento con el apoyo de Amapolay,
también de Staila y la Casa Under respecto a ropa. Desde que comencé, he
contado con el apoyo de No Módico y Sthefany que se encarga de todo lo demás,
lo que yo no puedo hacer, yo me dedico a cantar. Carlos Chévez también fue uno
de mis impulsores, porque me animó a cantar de verdad. La gente de comité sobre
todo. He tenido mucha gente ahi.
¿Cómo te gustaría que te recuerden?
Me gustaría que se queden con una imagen, con mi
imagen cantando, el micrófono y mis letras. Quiero que mis hijos digan "mi
vieja bien locaza, cantaba para reivindicar". Además, que sepan de mi
lucha y mis sueños.
“¡Ahí está!”, gritó Ivan y Wendy corrió hacia él con una cámara fotográfica en la mano. No entendía que ocurría pero asumí que era algo importante. Tal vez llamarlo importante sea mucho decir, pero sus rostros transmitían una emoción que nunca había visto en ellos. Los seguí mientras les preguntaba qué estaba sucediendo. Ambos ignoraron mi pregunta, como si no hubiese tiempo de contestarla. Bajamos por las escaleras, ya que la impaciencia no les permitió esperar al ascensor. Llegamos al lobby del hotel. “¡Tómame una foto con ella, por favor!” le dijo Ivan a Wendy. Entonces pude ver de quien se trataba. Era nada más y nada menos que… Sabía quién era pero no podía recordar su nombre. “No esperábamos encontrarte aquí. ¿Podemos tomarnos una foto contigo?” casi gritaron en coro. Ella nos brindó una sonrisa amplia y respondió que sí. Me rehusé a compartir el momento tan emotivo de mis amigos, porque en realidad, no soy fan de la serie que ella coprotagoniza. Ni siquiera la veo. Aunque me es imposible negar que el personaje que Magdyel Ugaz interpreta en la serie “Al fondo hay sitio” resulta simpático. ¿Quién podría olvidar a Teresita y sus grandes caderas?
En el año 1985, la campaña electoral peruana tuvo un protagonista guapo y elocuente. Se trataba de un abogado aprista que logró con su carisma atraer a los votos de la mayoría. Sus casi dos metros aumentaban su presencia imponente en un mitin. Era un rostro joven, nuevo y fresco. La sonrisa amplia, radiante acompañaba a dos ojos que sonreían también. El corte de cabello característico es el mismo que lleva aún hoy: recortado en los lados y un poco más largo en la frente. El perfil de galán de telenovela de los ochentas se tradujo en el 53% de los votos. Y es que muchos peruanos atribuirían luego su éxito a las miles de votantes engatusadas por la gallardía del candidato. Alan García, el presidente con la oratoria más rimbombante y torpe a la vez, fue el presidente más joven y guapo del Perú, para nuestras abuelas y madres, probablemente. ¿Quién diría que este galanazo enamorador es ahora un señor regordete? Dicen que la altura de una persona disimula sus kilitos de más, pero en el caso de nuestro ex Presidente no le ayuda en nada. De repente porque son muchos kilos de más. El rostro joven y fresco, se ha escondido detrás de un rollito que se asoma por debajo de la barbilla (papada, le llaman). La sonrisa sigue ahí, aunque ni tan radiante ni tan amplia. El peinado es el mismo, pero cada vez más gris. Luego de su último mandato en el 2006, su barriguita no ha dejado de crecer. Sin embargo, en el fondo permanece la esencia del Alan que el Perú conoció en el ’85: un “caballo loco” que, entre el “teteo” y el perro del hortelano, no deja de sorprendernos.
Miguel empieza su día, como todos los demás días de su vida. Hoy tiene que escribir una crónica sobre cierto conflicto armado en alguna parte del universo. Una pregunta lo levantó esta mañana. No ha dejado de dar vueltas en su cabeza toda la noche. Aún no decide como abordará el tema, si contar o no aquello que pocos como él saben y no se atreven a denunciar. Las fuerzas armadas del país en conflicto no solo matan a los subversivos, sino también a gente inocente. El riesgo es grande y no garantiza que le vayan a creer. Miguel no confía en la fuerza de la palabra escrita.
¿Qué se necesita para cambiar el mundo? ¿La posibilidad de escribir sobre lo que creemos o sabemos? ¿Es suficiente eso? Evidentemente, no es suficiente pero sí contribuye en gran medida. La historia nos ha demostrado que la palabra tiene poder. Por eso, el surgimiento de la imprenta fue acompañado de la censura. Por eso, periodistas y escritores han contribuido a cambiar el mundo con sus escritos. Por eso, antes solo los poderosos sabían leer y escribir. Creer que la palabra escrita tiene un poder innegable es la utopía de todo aquel que escribe y es leído por otros.
“La escritura sólo raras veces, en casos excepcionales, influye en la gente. Y, en el transcurso de la historia, no lo hace de forma directa, radical y de inmediato” diría Ryszard Kapuscinski. Lo importante es tenerle fe, porque los resultados no serán rápidos. Mucho menos en esta era en que la información viaja velozmente y las personas somos bombardeadas constantemente con palabras que poco a poco pierden su valor. La clave está en siempre escribir como si fuésemos a cambiar el mundo con lo que decimos. Mantener la fe.
En 100 días pueden pasar muchas cosas como puede no pasar nada. La campaña de Waterloo duró 100 días. Según Julio Verne, se podía dar la vuelta al mundo en menos que eso. El gobierno de Ollanta Humala va 100 días también y aún es difícil definir si se ha hecho mucho, poco o nada. Las promesas de campaña fueron varias, pero ¿cuáles se han cumplido? La aprobación de la ley de Consulta Previa y el inicio del programa Pensión 65, son algunas de las promesas cumplidas más celebradas. Sin embargo, la gente sigue esperando que el precio del gas disminuya y los cafetaleros de Cusco y Puno solicitan el apoyo ofrecido durante la campaña electoral.
Según la Defensoría del Pueblo, Alan García dejó el poder y, aproximadamente, 230 conflictos sociales latentes. Sin haber empezado, el período de Humala ya veía venir los problemas. Lo malo es que en estos 100 días, este gobierno ha encontrado sus propios problemas. Uno de sus primeros escándalos fue la muerte de tres menores en Cajamarca, quienes consumieron alimentos distribuidos por el Programa Nacional de Asistencia Alimentaria. Se responsabilizó de esto al Ministerio de la Mujer y su representante, Aída García Naranjo. Poco tiempo después, una denuncia hecha por IDL- Reporteros pondría en evidencia la participación del segundo Vicepresidente de la República, Omar Chehade en un caso de corrupción. Para la BBC de Londres, este último sería el primer escándalo de Humala en el Perú. Pero, ¿sólo esto ha sido su gobierno?
Aparentemente no. Para el 16 de octubre del presente año (un día después de publicada la denuncia a Chehade), las encuestas revelaban un 62% de aprobación del actual presidente. Aunque aún no cumple todas sus promesas, evidentemente, la población siente que se preocupa por los pobres y promueve la inversión en el empleo. Entonces, a 100 días, ¿ha sido un buen o mal gobierno? El domingo pasado, durante la entrevista a Ollanta Humala en TvPerú a propósito de sus 100 primeros días, alguien dijo en Twitter: “en comparación con los otros Presidentes vivos este esta Deluxe”[sic].
El mercado de flores era un hervidero, un hervidero multicolor. Flores por todos lados, gente por todos lados. A pocas cuadras, el Señor de los Milagros realizaba su último recorrido. Es feriado, el tiempo sobra, las horas discurren lentamente. Halloween ha dejado a Lima resaqueada. El Día de la Canción Criolla la ha dejado cansada de tanto bailar.
De pequeña, mi abuela materna nunca me dejó celebrar Halloween. Tampoco es que festejáramos muy emocionados la canción criolla. Son de esas creencias que las abuelas tienen, y no comprendemos hasta que somos abuelos también. Ella ya no está para prohibirme celebrarlo. De todas maneras, ya estoy bastante grande para pedir caramelos. Salir de fiesta tampoco era una opción. Este año debía dormir temprano para poder acompañar a mi abuela paterna al cementerio el Día de Todos los Muertos. Primero debíamos comprar flores. Flores para todos. Porque una vez alcanzados los 86 años, hemos visto morir y enterrar a muchas personas. Su memoria de elefante, recuerda donde está cada nicho, cada amigo, cada tío. Otra costumbre que no entenderé, hasta que sea abuela.
Como mi abuelita, varias otras personas en nuestro país tienen costumbres rituales el primero de noviembre. Es el Día de Todas los Santos. Algunos reciben el día en el cementerio. Luego llevan música a sus muertos. Si la situación se da, las cervezas pueden acompañar el festejo. Los peruanos celebramos todo. Sea Halloween, Día de la Canción Criolla o Día de Todos los Santos la ideología se deja de lado y el disfrute impera. Al fin y al cabo, son sólo pretextos para celebrar.